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jueves, 7 de septiembre de 2023

En el “ecosistema” emprendedor es muy común hablar de los Simple Agreements for Future Equity (“SAFE”) en donde, en palabras sencillas, un prestamista / inversionista entrega recursos a una sociedad que está creciendo con el fin de hacerse accionista en el futuro si se cumplen unos hitos y condiciones que son pactados en el acuerdo.

Tiene, entonces, dos componentes: (i) uno de préstamo, sobre el cual se fijará alguna remuneración (intereses), garantías o aspectos especiales para cada negocio; y (ii) uno de “inversión de capital” que supone que cumpliéndose lo pactado, al que era el prestamista le “pagan” con acciones, como una “recompensa” por creer en la compañía.

El inversionista no es realmente inversionista en las primeras etapas. Es un prestamista, pero con un compromiso mayor, para lo cual será necesario pactar una suerte de “derecho de inspección” sin que sea accionista, derechos de información, de preferencia en futuras rondas de financiamiento o inversión, derechos de veto en decisiones relevantes como pueden ser la elección de representantes legales, liquidación, repartición de dividendos, y muchos otros más.

Uno de los temas gruesos a la hora de convertir el crédito en capital es el valor de la compañía. Ese “valor de conversión” podrá fijarse previamente (aunque se corren muchos riesgos), o podrán dejarse reglas para que se fije en su momento (lo que puede resultar costoso), y la labor será precisamente navegar entre esas opciones buscando que sea equilibrado para las partes. Muchas compañías valen por lo que pueden producir, o por su caja, así que ahí puede haber algunos criterios relevantes para esta discusión.

Y, bueno, de esto se puede escribir y profundizar mucho, pero el objetivo de este artículo no es ese, sino de mostrar cómo cualquier empresa puede pensar en este tipo de acuerdos, si se considera que la gran mayoría de empresas tienen círculos de inversionistas: primero se nutre de los recursos del empresario y, cuando estos se acaban, de su papá o mamá, después los abuelos, los tíos y primos. Agotado ese círculo, vienen los amigos cercanos y los amigos de los amigos. A ellos es que nos estamos refiriendo. ¿Es útil el SAFE para ese tipo de “inversionistas? Sí lo es.

Hay que partir de la base que mientras más cercano se sea, más claras deben ser las reglas. El empresario debe estar en la capacidad de saber lo que quiere y atar eso a una visión o sueño, para lo cual, con esa claridad, le será mucho más fácil acercarse a sus círculos de confianza para obtener capital.

Plantearle la posibilidad a alguien cercano que preste recursos, que si se cumplen unas condiciones que los dos acuerden se podrá volver socio o, que, si no lo desea, se devuelve el préstamo con intereses, es una forma sencilla de obtener recursos, y que además no es de difícil construcción.

Acá las recomendaciones de los “mínimos”:

  • El monto de la inversión debe estar claro, y la totalidad de este debe ser entregado a la sociedad (y no al empresario).
  • Tiene sentido un “periodo de gracia” donde no se pagará ni capital, ni intereses.
  • La tasa de interés debe estar clara desde el principio.
  • En este escenario tendría sentido que el inversionista tuviera acceso a solicitar información, o que se le rindan informes al menos cada 3 meses. Con eso podrá ir tomando el pulso de la sociedad.
  • Definir una fecha para el pago del préstamo con intereses, o para hacer válido el canje de la inversión en acciones. Tendría sentido que sea el inversionista quien tenga la posibilidad de elegir el camino