La Inteligencia Artificial pasó de ser una herramienta complementaria a integrarse como un actor con capacidad de generar contenido que compite, visual y conceptualmente, con los signos distintivos del mercado. Hoy, cualquier usuario puede pedir a un modelo generativo un logotipo “al estilo de” una marca conocida y obtener resultados que evocan, con sorprendente precisión, tipografías, colores y composiciones registradas, este fenómeno abre un debate urgente: en la que se podría diluir una marca por la IA sin la existencia de la intención o voluntad humana de copiarla, toda vez que, las plataformas aprenden a partir de grandes volúmenes de imágenes y patrones visuales, lo que les permite reproducir estilos marcarios sin distinguir entre lo protegido y lo no protegido.
¿Puede considerarse infracción cuando el creador inmediato es un algoritmo y no una persona?
En la práctica, sí. La infracción se evalúa por el efecto en el mercado, no por la psicología del infractor, si el resultado generado por IA provoca confusión, evocación indebida o erosiona la distintividad, el daño jurídico existe, incluso si no hubo un autor humano apuntando deliberadamente a copiar. Además, es importante subrayar que el análisis jurídico tampoco se detiene en la autoría algorítmica, las oficinas de
propiedad industrial evalúan la apariencia final del signo y su impacto en el consumidor medio, no el mecanismo de creación. Esto implica que un empresario que utilice IA para desarrollar branding puede enfrentar responsabilidad civil o administrativa si el contenido generado invade el espacio distintivo de un tercero. La ausencia de intención no es un blindaje; lo determinante es la afectación real o potencial sobre la marca registrada.
¿Están preparadas las oficinas de propiedad industrial de México y Colombia para enfrentar estos casos?
Hoy existen criterios iniciales, pero la regulación avanza más lento que la tecnología. Tanto el IMPI como la SIC han comenzado a analizar cómo proteger la identidad visual frente a imitaciones algorítmicas, pero aún no existe un marco robusto que aborde la responsabilidad de plataformas, usuarios y titulares. Mientras ese marco se construye, los riesgos ya son visibles: logos que recuerdan a
marcas consolidadas, campañas generadas con IA que imitan la estética de competidores y contenidos que, sin llegar a constituir una copia literal, erosionan la percepción única que toda marca aspira a mantener. Para las empresas, la respuesta no puede ser la inacción, se deben fortalecer portafolios con variaciones, implementar vigilancia digital más sofisticada, actualizar contratos con agencias
creativas y establecer políticas claras sobre el uso de IA son medidas que reducen la exposición. La tecnología, sin embargo, también abre oportunidades: permite identificar imitaciones con mayor rapidez y agiliza procesos internos de análisis visual y exploración creativa, el reto consiste en integrar estas herramientas sin comprometer la distintividad registrada. En un ecosistema donde los algoritmos generan miles de versiones de una idea en segundos, la distintividad se vuelve un activo más frágil, las preguntas sobre dilución, infracción y preparación institucional ya tienen respuestas parciales, pero
el mensaje es claro: la propiedad industrial deberá moverse con la misma velocidad con la que la inteligencia artificial está redefiniendo la creatividad.
¿Quiere publicar su edicto en línea?
Contáctenos vía WhatsApp