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  • Fabio Humar J.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Soy, he sido, y espero ser profesor universitario por muchos años. Enseño en pregrado en varias universidades, y en posgrados en muchas. En mi oficina trabajan personas recién graduadas y se ha creado un programa especial de pasantías o prácticas en las que recibo estudiantes de que cursan los últimos semestres para que inicien su vida profesional y puedan ver de cerca la práctica judicial criolla.

¿Qué educación están recibiendo los abogados?

Lo anterior lo escribo para legitimar mi opinión sobre la educación que están recibiendo los futuros abogados. Es factible que esta experiencia se pueda extrapolar a otras profesiones, pero no lo puedo aseverar con certeza; por eso limito mi opinión a la estadística que sí he podido recoger y analizar.

Hay estudiantes absolutamente brillantes, fuera de serie, que con seguridad en menos de 15 años serán colegas capaces y exitosos. Esos sobresalientes estudiantes son la excepción. La regla es otra: hay una mayoría, vasta, de estudiantes que no adquieren los mínimos conocimientos para ser solventes en la profesión.

Cuando digo que no adquieren conocimientos básicos me refiero a cosas como estas: No son capaces de construir una oración compleja. No saben tildar cuando hay palabras que el auto corrector de Word no detecta (término Vs terminó, camino Vs caminó). Tampoco son capaces de elaborar documentos de mediana complejidad en los que se logre captar y mantener la atención del lector, cosa esencial para un buen abogado.

En fin, los estudiantes salen de la universidad con tremendos vacíos y falencias que, en mi opinión, los alejan de forma decidida de una buena práctica judicial.

Lo anterior tiene dos consecuencias: La primera es que estos abogados, deficitarios en conocimientos básicos, estarán en la retaguardia del ejercicio del derecho, lo que implicará bajos ingresos y ubicación periférica en la práctica judicial. Serán, en buena medida, profesionales muy frustrados.

La otra consecuencia, de la que ya hay evidencia, es el empeoramiento de la calidad del sistema judicial nacional. Tarde que temprano, estos abogados podrán ocupar cargos en la magistratura, en la academia y en otras ramas de poder público; la llegada de personas con deficiencias educativas significativas bajará el promedio de la práctica judicial, y empobrecerá el nivel de debate.

Ambas consecuencias ya se ven en nuestro medio, siendo la más evidente - y más preocupante- la última. El sistema legal nuestro ha sufrido una pauperización innegable.

¿Las causas de este fenómeno?

Puede haber muchas, que no se limitan a las universidades. Al fin y al cabo, las personas pasan 10 o 12 años en el colegio. Me temo que, a riesgo de enjuiciar de forma ligera, el problema está en tratar a los estudiantes como clientes.

Es tal la ansiedad de las instituciones de educación (colegios y universidades) de figurar, y tan magnífico el negocio de la educación, que se han relajado estándares para “atraer” a sus clientes, que no son otros que los estudiantes.

Prueba de lo que afirmo es que, hoy en día que los estudiantes pueden escoger y armar sus horarios, las asignaturas con mayor demanda son las que regentan profesores que imprimen menos exigencia y son más amables a la hora de calificar.

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